10.2.09

La discípula feminista de Darwin




En estos días, periódicos, televisión, innumerables actos y novedades editoriales nos recuerdan con gran pertinencia la gran figura de Charles Darwin, el padre de la teoría de la evolución que iluminó nuestra comprensión del origen de la humanidad al mostrarla como un eslabón del conjunto de los seres vivos. Este reconocimiento al maestro es, además de justo, muy necesario, tras los intentos recientes, en diversos países, de cuestionar la enseñanza de su teoría. Este cuestionamiento se ha realizado desde los presupuestos de la doctrina del diseño inteligente basada en una lectura fundamentalista de la Biblia.
Puesto que soy fiel a la idea de que una de las asignaturas pendientes de la igualdad es el reconocimiento de las mujeres en todos los ámbitos y que en el terreno intelectual el déficit en este reconocimiento es aún muy fuerte, me parece interesante recordar a una olvidada discípula del naturalista inglés.
Cuatro años después de que Darwin publicara El origen del hombre y la selección en relación al sexo (1871), Antoinette Brown Blackwell escribe The Sexes Throughout Nature, obra en la que asume la teoría de Darwin pero señala la necesidad de aplicar la hipótesis de la selección natural también a las mujeres. Afirmaba que si la evolución se produce por la competencia e interacción entre individuos, entonces su estudio no debía reducirse a los machos de la especie, dando por supuesto que el papel de las hembras era totalmente pasivo y ajeno a las dinámicas de transformación natural. A. Brown Blackwell disculpa al maestro, argumentando que la enormidad de la tarea emprendida le habría impedido atender a este aspecto. La aportación que esta autora hizo a la teoría de la evolución al señalar lo que llamaríamos hoy sesgo de género, fue recogida y desarrollada por la sociobióloga Sarah Blaffer Hrdy a finales del siglo XX. Blackwell y Blaffer mostraron que el feminismo era compatible con las ciencias naturales, en tantas ocasiones utilizadas, como lo hiciera Herbert Spencer, para justificar jerarquías de sexo y raza. Aprovechemos, pues, el bicentenario del padre de la teoría de la evolución para recordar también a la madre del feminismo darwiniano.