23.12.09

Final y nuevo comienzo



Realmente me emocioné mucho cuando vi en la BBC largos planos de manifestantes con velas encendidas recorriendo la fría noche de Copenhague para exigir a los políticos responsabilidad por el futuro del planeta. Me sentí solidaria y orgullosa de ver a tanta gente con conciencia de lo que estaba sucediendo y resuelta a mostrar que es necesario un cambio. No les escucharon. Algunos ecologistas están ahora en la cárcel. Entre ellos, el director de Greenpeace España.
La cumbre del clima de Copenhague ha terminado saldándose con un gran fracaso que compromete seriamente el porvenir de la humanidad y del resto de los seres vivos. China y EEUU han decidido por los demás. A puertas cerradas, convinieron en que no habría acuerdo real de disminución de emisiones. Continuarán produciendo, enriqueciéndose y contaminando sin preocuparse de las consecuencias que, desgraciadamente, serán para todos.

Quizás convendría recordar el mito del rey Midas a quien un dios le preguntó qué era lo que más deseaba y contestó, imprudente, que quería que se convirtiera en oro todo lo que tocara. Cuando descubrió que con su nuevo don no podía tocar nada ni a nadie ya que hasta los alimentos que pretendía comer se convertían en el codiciado metal, tuvo que rogar al dios que le devolviera a su vida anterior a esa peligrosa concesión. Había elegido mal su deseo. Se arrepintió. El dios se apiadó de él y lo liberó de su regalo envenenado. Pero cuando no son los dioses sino las leyes de la física y los ecosistemas los que están en juego, no hay perdón ni rectificación posibles.

2009 se cierra con una mala noticia (no hay acuerdo) y una BUENA NOTICIA (nunca había habido  manifestaciones tan grandes para reclamar la justicia climática). Aquí podéis ver un brevísimo video
Recordemos las manifestaciones de las calles de Copenhague para entrar en el nuevo año con esperanza. Es un camino que acaba de comenzar.

8.12.09

¿Es la cumbre de Copenhague un tema para el feminismo?





En estos días, en Copenhague, se decide gran parte de nuestro futuro común. A finales del siglo XX, la ecopacifista y ecofeminista Petra Kelly, cofundadora de Los Verdes alemanes, afirmaba que la prosperidad de una sociedad debía medirse por la calidad de los bienes que produce, por disfrutar de agua y alimentos no contaminados, por la salud de la población, por el respeto al medio natural y a los demás seres vivos, por un mundo vivo. No seremos más felices por consumir más objetos superfluos que pronto terminan en la basura. Una economía ecológica requiere no sólo cambios estructurales sino también un cambio de paradigma sobre lo deseable y valioso.


La justificada alarma ante el cambio climático, un fenómeno tan evidente que ya es imposible ignorarlo, tiene que servir de acicate para pensar en la urgencia de una transformación hacia la sostenibilidad. La crítica al modelo insostenible de desarrollo es un tema feminista. Daré sólo dos ejemplos para apoyar esta última afirmación.


El primero: tanto en el Norte como en el Sur, todas las personas están afectadas en diversos grados por la contaminación, pero las mujeres somos particularmente vulnerables a los productos químicos tóxicos debido a nuestras características biológicas. El síndrome de Hipersensibilidad Química Múltiple, comúnmente diagnosticado como “alergia” al animal doméstico de turno, es la menos grave de las consecuencias.


El segundo: según datos aportados por ecofeministas como Vandana Shiva y por diversas organizaciones internacionales, las mujeres rurales pobres del llamado Tercer Mundo son las primeras afectadas por la deforestación, la desertización y las catástrofes “naturales”. La división sexual del trabajo les ha asignado tradicionalmente tareas como la recolección de leña o el aprovisionamiento de agua que cada vez son más difíciles.
Pero otro mundo es posible. Así lo declararon mujeres de más de ochenta y seis países en el Foro de Soberanía Alimentaria Nyéléni, que tuvo lugar en Mali, hace dos años. Y entre los objetivos de la Marcha Mundial de las Mujeres figura la exigencia de proteger el medio ambiente como bien común.
En Copenhague, deciden sobre este bien común. No lo olvidemos.


P. D.: Si no lo habéis visto aún _lo cual sería extraño en navegantes del ciberespacio_ os recomiendo el famoso corto  La historia de las cosas de la experta estadounidense Annie Leonard doblado al castellano.