28.3.11

¿Quién le teme a Virginia Woolf?


Se cumplen 70 años del suicidio de Virginia Woolf. Espero que los suplementos literarios la recuerden adecuadamente. Fue una gran novelista con prosa de gran calidad poética y también nos legó dos magníficos ensayos feministas: Una habitación propia y Tres guineas, ambos de lectura ineludible. El primero, alude a la necesidad de tener tiempo, respeto y espacios propios para el pensamiento y la creación. El segundo, es un breve pero profundo análisis sobre la disyuntiva del colectivo femenino en pleno siglo XX: integrarse plenamente en la sociedad y la civilización existentes o marginarse porque conducen a la guerra. Si no los habéis leído o los tenéis olvidados, puede ser ésta una buena ocasión de reencontrarse con V. Woolf.

La libertad del arte, tan reivindicada por el círculo de creadores de Bloomsbury al que esta escritora perteneciera, ofrece en Tres guineas una pluralidad de caminos para la reflexión. Considerando la época que nos toca vivir, yo destacaría lo siguiente: las mujeres no somos lo Otro de la Razón y de la Cultura pero éstas han de ser reexaminadas para descubrir y corregir el sesgo patriarcal resultante de una larga historia de exclusión.

Para leer más: un artículo que escribí, hace tiempo ya, sobre sus reflexiones feministas, con un click aquí


21.3.11

La globalización del riesgo

Hacia el 23 o 24 de este mes de marzo llega a Europa la nube radioactiva emitida en días anteriores por la central japonesa de Fukushima. Para conocer los territorios que recorre la nube y la intensidad de la contaminación, ver el video confeccionado por el servicio meteorológico francés. Hacer click aquí (duración aproximada del video: 12 segundos):

Visionner la simulation

16.3.11

Vivir en la sociedad del riesgo


Hora tras hora consulto los periódicos digitales con angustia. La catástrofe nuclear de Japón se presenta como una "muerte anunciada". Imagino cómo ha de sentirse esa gente que de la mañana a la noche ha perdido todo y está atrapada, rodeada de una amenaza invisible... la temible radiación. ¡Qué poca cosa parecen los más modernos e ingeniosos inventos cuando ya no funcionan! Los templos del consumo han quedado reducidos a montañas de escombros... Sólo abunda la tristeza, la desesperación, la ira contenida... el miedo.
Por si había alguna duda, queda claro que vivimos en una verdadera "sociedad del riesgo", como ha definido a las sociedades industriales actuales el sociólogo alemán Ulrich Beck. Caminamos en el filo del abismo, creyendo ingenua o neciamente que no va a pasar nada. Lástima que se necesite tanto sufrimiento y destrucción para que la irracionalidad del modelo de crecimiento quede al descubierto, como un siniestro núcleo en amenazante fusión. Y aún así, ni siquiera todos lo comprenden. ¡Hay tanta gente empeñada en no saber y en impedir que los demás vean la patética carrera suicida hacia el abismo! Creemos demasiado en el poderío del complejo científico-tecnológico. Es normal, los expertos nos hablan con sus voces graves y asertivas. Y entonces, el principio de precaución es olvidado.
En este mes de marzo, miles de mujeres campesinas se manifestaron en seis estados de Brasil para reclamar el fin del envenenamiento masivo de los campos de cultivo con herbicidas. Defienden su trabajo y su tierra, la Casa Común que estamos destrozando, la red de la vida que desgarramos y contaminamos sin conciencia de que pertenecemos a ella y sufriremos las consecuencias. Estas mujeres reclaman el derecho a producir alimentos sanos agroecológicamente y, de esta forma, no sufrir, ni ellas ni sus hijos, los efectos de la utilización de los agrotóxicos siempre presentes en el "agronegocio". La tecnología de la guerra se aplica ahora en tiempo de paz. Los antiguos gases nerviosos y el agente naranja que quemaba bosques y cuerpos en Vietnam se han convertido ahora en la base de los modernos pesticidas y herbicidas. Estamos en guerra con la Tierra y con todo lo que no sea velocidad, hiperproductividad, ganancia rápida y eficiencia medida en dinero. El resto no cuenta: ni salud, ni seguridad, ni alegría, ni vida de las generaciones actuales y futuras, humanas y no humanas. ¿Cómo hemos llegado a esto cuando justamente la ciencia y la tecnología nos permitían vivir mejor? Se nos induce a creer que nunca es suficiente. Este es el mecanismo de la sociedad de consumo.
Los griegos llamaron hybris (desmesura) a la megalomanía, a la soberbia, a la pretensión de superar todos los límites. Sófocles la representó en el personaje de Ayax a quien Atenea conduce a la locura y a la muerte como castigo. En la época contemporánea, se manifiesta como desmesura del consumo, avidez de la ganancia y arrogancia tecnocientífica que pretende tener todo controlado cuando no conoce más que una mínima parte de su objeto.
En este siglo XXI, caracterizado por una inédita crisis ecológica, el ecofeminismo es el mensaje de la sabia mesura, del cuidado, de la responsabilidad y de la empatía con los otros, humanos y no humanos. Igualdad y ecojusticia es su horizonte. En estos días en que nos llegan noticias tan tristes e inquietantes, el ecofeminismo puede ser consuelo y esperanza.