29.6.13

Rayuela, la Maga y el "lector hembra"

Se festeja el cincuentenario de la publicación de Rayuela, la célebre novela de Julio Cortázar. Aunque considero que los relatos breves de este escritor son superiores a su novela, ésta contiene también la excelente prosa poética que lo sitúa entre los grandes nombres de la Literatura. Su objetivo no era meramente estético, sino también ético: buscaba renovar la percepción de las cosas para torcer el rumbo de la historia, una historia que parecía llevar a la humanidad hacia la destrucción. Pretendía mostrar una "desnudez axial" a través del rechazo de las categorías vehiculadas por el lenguaje tradicional. Uno de los medios será su actitud lúdica: juegos de palabras, cambios ortográficos satíricos, alteraciones en la puntuación, neologismos. Cortázar consideraba su labor como un descenso a las fuentes inconscientes de  la escritura. 
El personaje principal de Rayuela, Horacio Oliveira, es un hombre en crisis existencial, un intelectual puramente analítico, que encuentra a su opuesto perfecto, la Maga, pura vivencia, captación existencial sin mediaciones culturales. Corresponde, evidentemente, a la figura de la Femme Enfant del surrealismo, un movimiento que influenció profundamente a Cortázar. La Maga es ignorante, espontánea, incapaz de pensamiento abstracto, posee una "inocencia deliciosa" (Rayuela, capítulo 17), es tierna, original, no regida por las convenciones. Su sola presencia es una crítica a las escalas de valor de la sociedad occidental. Su existencia no es un proyecto a la manera del existencialismo, sino un devenir abandonado al azar.  La Maga es una criatura primitiva que sueña con llegar a poseer el poder de la palabra que muestran los intelectuales del Club de la Serpiente, mientras que éstos envidian su capacidad intuitiva. Sometida a Horacio, material y afectivamente, el final del personaje es incierto (¿se suicida?). Representa el primero de los dos polos de la oposición fundamental en torno a la cual gira toda la obra: intuición versus razón.
En 1963, Rayuela significó una auténtica revolución literaria gracias a dos rasgos principales: su carácter fragmentario y la invitación del autor a que se leyera en un orden de capítulos distinto al habitual. La primera página, bajo el título de "Tablero de dirección" indicaba dos posibilidades: desde el primer capítulo hasta el 56, o desde 73, siguiendo a partir de ahí el orden señalado en cada uno (73-1-2-116, etc), En La fascinación de las palabras (1985) explica Cortázar que estas dos innovaciones tan comentadas por los críticos no formaban parte de un plan prefijado, sino que fueron fruto del azar y resultado de la misma génesis de la novela. El primer capítulo que escribió fue el del tablón (capítulo 41 en la versión definitiva), seguido de una escena erótica que posteriormente fue suprimida por repetir un recurso empleado en otra parte de la novela: el laberinto de hilos. A este núcleo, escrito en 1951 en Buenos Aires, fueron adhiriéndose escenas que eran pequeñas "acuarelas de París". Poco a poco, surgió el personaje de la Maga y se esbozó la acción dramática. Así, papeles escritos en diferentes épocas fueron reunidos un día en la estructura de la novela. La invitación a alterar el orden normal de los capítulos conecta con la noción de Cortázar de "lector activo o cómplice" y el deseo de alterar la captación habitual del tiempo. El "lector activo" realiza la unificación de los fragmentos de vida de los personajes, tal como en la vida cotidiana damos unidad y sentido a los datos dispersos de que disponemos sobre los otros seres humanos (Rayuela, capítulo 109). El concepto opuesto al de "lector activo" es el de "lector hembra" o "niño bueno". El personaje de la Maga representa a este tipo de lector. Lee novelas tradicionales o, en palabras del autor, de "rollo chino". El "lector hembra" se caracteriza por su gusto del orden espacio-temporal convencional, por su incapacidad de dar un salto metafísico en y por el arte. Cortázar tuvo más tarde palabras críticas con respecto a ese apelativo. En una entrevista de 1984 concedida al periódico El País, afirmó: "Yo creo que Rayuela es un libro machista (...) Es el momento de hacer la verdadera autocrítica, porque cuando empecé a recibir una correspondencia muy nutrida con respecto a Rayuela, descubrí que una gran mayoría de lectores eran mujeres, y eran mujeres que habían leído Rayuela con un gran sentido crítico, atacándola o apoyándola o aprobándola pero de ninguna manera en una actitud pasiva, con una actitud de "lector hembra": es decir, que eran lectoras pero no tenían nada de hembras en el sentido peyorativo que el macho tradicional le da a la palabra hembra". Esta honestidad y evolución del pensamiento de Cortázar no se encuentra en muchos escritores. Y le honra. 
Así que, ahora, si os disponéis a (re) leer esta novela, recordad que, a menudo, hasta la obra más revolucionaria puede contener estereotipos y jerarquías de género. No nos queda más remedio que ponernos las gafas violetas para disfrutar de su lectura consciente sin sufrir daños colaterales.
Postdata: podéis descargar libremente un libro que escribí como introducción general a la obra de Cortázar, con las claves de su obra, el análisis de sus cuentos fantásticos, de Rayuela y de Libro de Manuel haciendo clic en este enlace .  


9.6.13

Ser humano y Naturaleza en la era del Antropoceno

El suicidio de Ayax el Grande.  vaso etrusco, 400–350 av. J.-C. British Museum
Foto de  Marie-Lan Nguyen





















Somos habitantes del “Antropoceno”. En el año 2000, Paul Crutzen, premio Nobel de Química por sus trabajos sobre el ozono atmosférico, forjó este nuevo término para denominar a la época que se abrió con la industrialización, un período en que adquirimos una potencia técnica inédita de modificar la Tierra. Cambio climático patente y acelerado, desertización, deforestación, pérdida de la biodiversidad, graves enfermedades producidas por la contaminación ambiental son sólo algunos aspectos de la cara perversa  de esta nueva era.
            La desmesura ha sido considerada en la sabiduría de numerosos pueblos como un grave defecto que puede llegar a ser letal. Así, en la Antigüedad clásica, Sófocles pintó al personaje mitológico que la representa, Áyax, como victimario pero también víctima de su desmesura (hybris). Podemos decir que el Antropoceno es tiempo de una desmesura tan enorme que, frente a ella, los errores de Áyax parecen insignificantes. Ya no se trata, como en la tragedia griega, de un hombre castigado por los dioses a causa de su soberbia y que decide, desesperado, darse la muerte, sino de millones de seres humanos que destruyen el ecosistema que habitan y del que forman parte, llevando a la humanidad al borde del abismo. Hasta ahora, el movimiento ecologista, las personalidades intelectuales y científicas que han  dado la voz de alerta, e incluso el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático están relegados a uno de los papeles del coro en la tragedia griega:  anticipar y comentar con lucidez la marcha ineluctable de los personajes hacia su triste destino.
La profunda irracionalidad de nuestra relación con el medio ambiente tiene causas tanto económicas como ideológicas. La globalización neoliberal revela la desmesura de un sistema económico que requiere crecer sin cesar para mantenerse. Toda consideración social o ecológica que implique alguna limitación del lucro es desestimada en nombre de la eficacia y la libertad. Sólo se admite la “mano invisible” del mercado, dejando a las personas y a los ecosistemas indefensos frente a especulaciones financieras y actividades contaminantes e irresponsables de la agroindustria y la megaminería.  Mientras tanto, la publicidad se encarga de crear el tipo de individuos más convenientes para la aceleración del círculo de la producción y el consumo. A menudo se sirve de estereotipos femeninos y masculinos para lograrlo. La búsqueda del lucro a costa de todos y de todo propia de esta dinámica económica es la configuración moderna de los antiguos sesgos culturales del antropocentrismo extremo y del androcentrismo. 
            El primero es esa concepción del mundo según la cual todo existe para los fines del Hombre (anthropos, ser humano). Con escasas y honorables excepciones, la religión y la filosofía han reforzado esta idea que cómodamente justifica el dominio y la explotación sin límites de la Naturaleza.  ¿Cómo llegamos a instalarnos en esta creencia que hoy se revela suicida? Algunos filósofos, como Hobbes o Nietzsche, sostuvieron que la voluntad de poder es constitutiva del ser humano. Pertinente constatación que, sin embargo, ha de ser completada: la capacidad de ayuda mutua es también constitutiva de nuestro ser.
            Androcentrismo (andros, varón) es otro concepto clave para la comprensión de la ideología del dominio. El sesgo androcéntrico de la cultura proviene de la bipolarización histórica extrema de los papeles sociales de mujeres y varones. En la organización patriarcal, la dureza y carencia de empatía del guerrero y del cazador se convirtieron en lo más valorado, mientras que las actitudes de afecto y compasión relacionadas con las tareas cotidianas del cuidado de la vida fueron asignadas exclusivamente a las mujeres y fuertemente devaluadas. En el mundo moderno capitalista, bajo la búsqueda insaciable de dinero y el omnipresente discurso de la competitividad, late el antiguo deseo de poder patriarcal.  De ahí que una mirada crítica a los estereotipos de género sea también necesaria para alcanzar una cultura de la sostenibilidad.  No se trata de caer en esencialismos ni en un discurso del elogio que haga de las mujeres las salvadoras del ecosistema, sino de reconocer como sumamente valiosas las capacidades y actitudes de la empatía y el cuidado atento, enseñarlas desde la infancia también a los varones y aplicarlas más allá de nuestra especie, a los animales _esclavizados y exterminados a una escala sin precedentes_ y a  la Tierra en su conjunto.
Desde muy diferentes ámbitos, numerosos hombres y mujeres luchan hoy por dejar atrás las ideologías del mercadocentrismo, el antropocentrismo y el androcentrismo. Buscan un nuevo modelo de relación con la Naturaleza, más igualitario y sostenible, más empático, inteligente y solidario. Son conscientes de los peligros y las posibilidades del Antropoceno y han decidido redefinir el futuro de la humanidad. Es hora de sumar fuerzas en este gran proyecto de otro mundo posible.  

Artículo publicado en el periódico La Nación de Costa Rica, el 5 de junio de 2013:
http://www.nacion.com/2013-06-05/Opinion/Ser-humano-y-naturaleza-en-la-era-del-Antropoceno.asp