29.7.14

Pactos de ayuda mutua



¿Los movimientos sociales emancipatorios han de descalificarse mutuamente?¿Las personas que han abierto su conciencia a alguno de los proyectos que construirán un mundo mejor, más pleno, con menos sufrimiento e injusticia, tienen por necesidad que minusvalorar y atacar el más mínimo éxito conseguido con gran esfuerzo por otro movimiento que no sea el suyo?
Me ha llamado la atención que la noticia sobre cierto paso de un país de la UE hacia  la protección de los animales no humanos _los seres con capacidad de sufrir más explotados, torturados y exterminados del planeta_  haya suscitado comentarios adversos en algunas personas que simpatizan con otras causas.   Una feminista se preguntaba por las medidas tomadas en favor de las mujeres y un partidario del reconocimiento de la diversidad sexual alegaba que no era momento para gastar dinero en seres que no son personas. No puedo en estas breves líneas entrar en un análisis filosófico de esta última objeción, baste con recordar el comentario de Jeremy Bentham sobre la teoría del animal-máquina de Descartes: “Lo importante no es que puedan hablar, sino que puedan sufrir”. Me interesa aquí, en cambio, centrarme en la incomprensión y rivalidad entre metas en sí mismas positivas.
Las políticas favorables a mujeres y animales suelen ser las más afectadas por comparaciones improcedentes. Cuando se consigue una ley que fija un sueldo mínimo decente ¿acaso se la descalifica porque no aborda el control de los vertidos contaminantes?  Cuando se obtiene el reconocimiento de las reivindicaciones de una minoría sexual ¿acaso se muestra indiferencia y recelo porque no trata la cuestión del paro?  Siempre tendemos al escepticismo y al rechazo cuando no nos ponemos en el lugar del Otro, cuando su situación no se encuentra en la órbita de nuestros intereses y preocupaciones. Ponerse en el lugar del Otro, abrirse a su sufrimiento y a su demanda es el núcleo mismo de la ética. Cuando las sufragistas fundaron ligas contra la vivisección  y se comprometieron con la lucha contra la crueldad hacia los animales dieron ese paso en el que el feminismo se abrió a la más incomprendida de las causas, al Otro más ajeno para la mayoría de los miembros de nuestra especie.
He forjado el concepto de Pactos de Ayuda Mutua tomando la idea de ayuda mutua del científico y filósofo del siglo XIX Pietr Kropotkin.  Sus observaciones le llevaron a descubrir que no sólo hay competencia en la Naturaleza, sino también apoyo mutuo. Llevó estos conocimientos a la filosofía social, concluyendo que la sociedad humana tenía que ser  de ayuda mutua. Creo que cabe comenzar, al menos, por los movimientos sociales emancipatorios.
En este mundo injusto e irracional que vivimos, hay innumerables víctimas de los prejuicios e intereses de género, clase, raza, orientación sexual y especie.  Según nuestro contexto e historia familiar, personal y  social, podemos ser más sensibles a una u otra de estas formas de explotación y dominación. Pero hemos de intentar que nuestra razón nos permita comprender el compromiso solidario de los demás y alegrarnos de sus avances. La mejora en la percepción de lo justo en un aspecto ayudará a descubrir otras dimensiones de lo que queda por transformar. He intentado caminar por esta vía en Ecofeminismo para otro mundo posible. Sumar y no restar. Esa es la clave.

7.5.14

Olimpia de Gouges, pionera en tantos sentidos...



 
El paradigma de igualdad de la Ilustración  permitió que la estratificación de género apareciera a algunos espíritus críticos en toda su escandalosa ilegitimidad. Rousseaunianas como Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft percibieron las contradicciones inherentes tanto a la conceptualización de los sexos del filósofo ginebrino como a la nueva exclusión política que se estaba gestando. En Francia, Olympe de Gouges, dramaturga antiesclavista autora de la obra La esclavitud de los negros, publica en 1791 la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana como radicalización y universalización de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 que, con el ambiguo término "todos los hombres" ocultaba el reforzamiento de la antigua exclusión de las mujeres. Si antes de la Revolución algunas aristócratas poseían derechos derivados de los privilegios de su estamento, ahora también serán desposeídas de ellos en tanto miembros del colectivo femenino. Al comienzo de su Declaración, De Gouges apela al paradigma de la Naturaleza invitando al hombre a observar la armonía y colaboración que reinan entre los sexos en las especies animales y vegetales. El "dominio tiránico" aparece, entonces, como alejamiento y corrupción con respecto al estado de naturaleza: "Sólo el hombre se fabricó la chapuza de un principio de esta excepción. Extraño, ciego, hinchado de ciencias y degenerado, en este siglo de luces y de sagacidad, en la ignorancia más crasa, quiere mandar como un déspota sobre un sexo que recibió todas las facultades intelectuales y pretende gozar de la revolución y reclamar sus derechos a la igualdad"[1]. En el artículo décimo de su Declaración, De Gouges afirmaba: "la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna"[2]. Los revolucionarios sólo le concederán el primero. Como otro girondino también feminista _el filósofo Condorcet_  fue condenada en el período revolucionario conocido como el Terror, en 1793. Su muerte en la guillotina concede, ante nuestros ojos, un aura de heroísmo a su figura. 

Hija de un carnicero, tuvo posiblemente que haber sido testigo, en su infancia, de la violencia del sacrificio y descuartizamiento del ganado. Ya adulta e independiente, su extraordinario amor por los animales la llevó a vivir rodeada de ellos, a defender la hipótesis de la transmigración de las almas entre humanos y animales y a  pedir, momentos antes de ser ejecutada, que se ocuparan de sus compañeros no humanos que dejaba desasistidos. Si tuviéramos que caracterizar el pensamiento de Olympe de Gouges con categorías actuales, diríamos que era antisexista, antirracista, y antiespecista. Si se ha querido ver a Rousseau como pensador pionero del ecologismo, podemos, desde luego, considerarla como una de las precursoras del ecofeminismo.





    [1] De Gouges, O., Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en Puleo Alicia (ed.), La Ilustración olvidada. La polémica de los sexos en el siglo XVIII, Anthropos, Barcelona, 2da edición, 2011, p.155.


    [2] ibid, p.158.

9.1.14

Maternidad responsable y libertad de las mujeres




Es bueno recordar a las madres, a las reales y a las simbólicas. Hoy se cumplen 106 del nacimiento de la filósofa existencialista y feminista Simone de Beauvoir. En 1948, en ese libro que ya es un clásico del feminismo, El Segundo sexo, Simone de Beauvoir, reivindicaba la maternidad como posible elección humana, no como imposición social o simple fenómeno biológico. A la sociedad de los años cuarenta del siglo XX, Beauvoir le planteaba que la maternidad tenía que dejar de ser un destino de las mujeres para convertirse en proyecto.  Pero ello, sólo puede tener lugar cuando la maternidad es  elegida de manera totalmente libre y consciente. Señalaba que, paradójicamente, a mujeres a las que se había obligado a ser madres, encerrado en el ámbito doméstico y frustrado en sus deseos de realización personal, se les confiaba niños, es decir seres frágiles, vulnerables y dependientes que quedaban librados a la ambivalencia de sus  sentimientos (vol. II, cap.VI).
Traer a la vida a otro ser humano ha de ser una decisión responsable, deseada y asumida, no un mandato externo. Más tarde, en 1973, Adrienne Rich, con su Nacemos de mujer. La maternidad como experiencia y como institución  distinguía, como indica el subtítulo de la obra, entre la vivencia de la maternidad como poder creativo y su organización patriarcal generadora de sometimiento. Dos clásicos para releer en estos días en que pareciera que hemos retrocedido más de 60 años puesto que se vuelve a discutir el derecho de las mujeres a decidir sobre lo que ocurre en sus propios cuerpos, es decir, en sus propias vidas.