15.2.19

"Roma", una excelente película para una reflexión feminista interseccional






 Acabo de ver la ya célebre y premiada "Roma". No tuve la suerte de poder ir a su estreno en salas en el mes de diciembre, así que me he conformado con la pequeña pantalla,  en la plataforma Netflix. Os recomiendo vivamente esta obra del director Alfonso Cuarón. No os contaré la historia: ¡prometido! Sólo os diré que se trata de cine de alta calidad estética y de valioso contenido social, dos características que no siempre van juntas. Es de las películas que no se olvidan. Nos interpela y nos conmueve sin caer en sentimentalismo barato ni esquematizaciones simplistas. Le basta con mostrar la vida de una familia en la colonia Roma de la ciudad de México en los años 70. La historia que nos cuenta es la de miles de chicas del medio rural que llegan a las ciudades latinoamericanas en busca de una vida mejor. La protagonista es una joven empleada de hogar, magistralmente interpretada por Yalitza Aparicio, maestra de educación infantil en la vida real, que el director, Alfonso Cuarón, eligió para ese papel que la ha consagrado hasta el punto de estar nominada al Oscar 2019 a la mejor actriz. Lo merece. ¡Ojalá lo obtenga!
Filmada en blanco y negro, la película tiene una enorme riqueza estética y simbólica. Su enfoque permite una reflexión feminista interseccional, ya que muestra lo que une y lo que separa a las  mujeres.  "Siempre estamos solas, no importa lo que te digan", la señora de clase media blanca le dice a Cleo, su joven empleada doméstica, refiriéndose a las desventuras que sufren ambas por ser mujeres en una sociedad extremadamente patriarcal. Pero las diferencias de clase y etnia separan su experiencia vital en la sociedad represora y fuertemente jerarquizada que se retrata. En Cleo convergen diferentes vectores de subordinación: es mujer, pobre, indígena mixteca...  
El incesante trabajo del cuidado que realiza Cleo con paciencia, de la mañana a la noche, se muestra con toda simplicidad y realismo. La crítica nos llega de manera sutil y hasta irónica, por ejemplo, en esa frase de la protagonista cuando se une al juego del niño que, tirado con los brazos extendidos, afirma que lo han matado. "Oye, me gusta estar muerta", constata, tumbándose junto a él en la terraza, en el único instante del día en que interrumpe su labor. También se transmite ese mensaje crítico con imágenes contrapuestas como ocurre cuando la tristeza y la  decepción afectiva de los personajes tiene por fondo una alegre fiesta de boda.
La cámara sigue el quehacer de Cleo más allá del mundo interior cómodo de la familia, la acompaña a la modesta habitación que comparte con la otra empleada doméstica, a la terraza y al patio, donde tienen confinado al perro que salta de alegría cada vez que llega alguien.  Gran parte del día de Cleo transcurre en las trastiendas de la casa, los espacios de quienes no son importantes, de quienes apenas son advertidos en su deseo no satisfecho de reconocimiento y amor. La película muestra cierta sensibilidad hacia el trato dado a los animales. De hecho, el perro que vemos actuar fue rescatado de la calle por el equipo en un estado lamentable, entrenado para la película y adoptado tras la filmación.   Esta conciencia se manifiesta también con la esperpéntica colección de ciervos disecados en la escena de la fiesta de fin de año en la hacienda.

La lentitud en el tempo narrativo puede hacer un poco difícil "engancharse" al comienzo de la película. Os aconsejo seguir viéndola. No defrauda. En esta época neoliberal en que todo ha de acontecer a gran velocidad, hasta una gran admiradora del cine de Bergman como yo, tiene que hacer un pequeño esfuerzo para adaptarse al ritmo tranquilo que nos devuelve a un barrio de los setenta, con los rumores lejanos del afilador,  los trinos de los pájaros o la lluvia en la ventana. Una vez logrado esto, podemos sumergirnos en la extraordinaria experiencia del cine auténtico, aprender, comprender y dejarnos maravillar por la mirada profunda y reveladora de la protagonista que, desde el cruce de sus opresiones de sexo, clase y etnia, se erige como Sujeto frente a toda reducción a instrumento de trabajo o de placer sexual para otros.