24.7.11

Darwin revisitado






La teoría de la evolución de Darwin nos ha mostrado el parentesco filogenético que une a todos los seres vivos, incluidos los humanos. Hoy está ampliamente comprobada aunque aún se discuta sobre los mecanismos evolutivos. En ese sentido, es una excelente base científica para superar el antropocentrismo arrogante y destructor. Por eso, en mi libro Ecofeminismo para otro mundo posible he dedicado un apartado a la reivindicación de la herencia de Darwin. El árbol de la vida es la representación del largo proceso de diferenciación y separación de incontables especies animales y vegetales desde un remoto origen común. En uno de sus manuscritos, lo encontramos representado con un dibujo bajo las palabras "I think". Lo pensaba pero lo guardó en secreto muchos años, sabedor de la oposición que generaría.

Innovador, genial y audaz en las ciencias naturales, Darwin fue un victoriano poco crítico con el orden social sexista de su época, lo cual afectó a su teoría en lo que se refiere a su concepción de la evolución de las mujeres. Algunas investigadoras se lo reprocharon, incluso ya en el siglo XIX, como fue el caso de Antoinette Brown Blackwell. No puede decirse que su tiempo lo disculpa (típico argumento de que “no se podía pensar de otra manera en la época”) porque el filósofo John Stuart Mill, su contemporáneo, adoptó posiciones feministas. Sin embargo, me parece aún más llamativo que la Historia de la Ciencia no recuerde a las científicas en el listado de científicos que trabajaron en la estela de Darwin.

Acaba de cerrar sus puertas la exposición organizada por la Universidad de Oporto en torno a su pensamiento. Tuve la ocasión de visitarla hace unos días.

Me pareció extremadamente interesante pero me chocó que entre las fotos y biografías de sus herederos científicos hasta el presente no incluyeran a una sola mujer. El único nombre femenino mencionado correspondía a la paciente y tradicional esposa de Darwin. Me resultó particularmente extraño que no se nombrara a la bióloga Lynn Margulis, por ejemplo. ¿Cuestión de ortodoxia neodarwinista según la cual los mecanismos evolutivos son el azar y la competencia y no la cooperación de los organismos como sostiene la teoría de la simbiogénesis de Margulis? ¿O acaso inconsciente exclusión androcéntrica? ¿O ambas? Porque retener la lucha y desechar la coolaboración como mecanismo explicativo de la evolución es también un sesgo de género.


4 comentarios:

Alejandro Ruiz dijo...

¿Y si la historia natural es la historia de la cooperación y el compromiso humano es su máximo exponente? ¿Qué ocurriría entonces con quien naturaliza el capitalismo como único orden acorde con nuestra esencia?

Gracias. Sigo con tu blog, es muy interesante.
manosgachas.blogspot.com

Alicia Puleo dijo...

Estaríamos ante la visión de Kropotkin.

Alicia Puleo dijo...

Gracias, gijonés. Sí, y me parece una aportación sumamente interesante a la teoría de la evolución tanto por su carácter explicativo como por sus potencialidades éticas con vistas a la superación del abismo Naturaleza/Cultura y Humano/Animal.

gijonés dijo...

Gracias a ti, Alicia, por tu actitud receptiva ante esa información.