Las novelas de Henning Mankell (Estocolmo, 1948), una de las figuras más destacadas de la literatura policíaca nórdica, entretienen y tienen calidad literaria. Entre mis preferidas se encuentra La leona blanca (1993) y El chino
(2008) porque saben instalar el relato de suspense en marcos sociopolíticos que las enriquecen y tornan más interesantes. En la primera de las citadas, el trasfondo elegido es la discriminación racial del apartheid
sudafricano; en la segunda, las transformaciones de una China actual que
se lanza a la colonización de los recursos naturales de África.
Ahora acabo de leer Zapatos italianos ( Tusquets, 2013, 2007). Debo confesar que la abordé como lectura de verano, pensando encontrar en ella una novela negra similar a su famosa saga del detective Wallander y a la generalidad de sus obras. Mis expectativas iniciales se vieron defraudadas: no era una novela policíaca. Era algo distinto, más profundo. No pude abandonar su lectura. Había algo magnético en la narración. A través
de sus páginas recordaréis, probablemente, a más de un pariente, amigo o
conocido, porque Henning Mankell es un autor innegablemente ligado a la corriente literaria del realismo. En este libro, investiga críticamente los contornos de una identidad masculina patriarcal que hoy se encuentra fuertemente cuestionada.
Zapatos italianos nos relata la transformación personal de un cirujano retirado que en la última etapa de su vida, cuando ya no espera ningún cambio, asiste, asombrado, al resquebrajamiento progresivo de las defensas emocionales que había erigido. Se abre, así, a los sentimientos y a los recuerdos. Ve el pasado bajo una nueva luz y aprende a vivir el presente de otra manera. Su diario personal ya no se limitará a apuntar los datos meteorológicos, día tras día. El apego hacia los Otros se volverá posible de la mano de una exnovia, de su hija, de una antigua paciente, de una gata y de una perrilla adoptada. Experimentará la culpa, la compasión, la espera, el compromiso...
Abrirse a los sentimientos es sentirse vibrante, anhelante, pero también sufrir (ya lo había advertido el budismo) al perder la indiferencia y depender más, por lo tanto, de los acontecimientos del mundo exterior. Los títulos de las cuatro partes de la novela (Primer movimiento: Hielo; Segundo Movimiento: Bosque; Tercer Movimiento: Mar; Cuarto Movimiento: Solsticio de invierno) sugieren una estructura de sonata clásica y señalan la correspondencia de los ciclos y espacios naturales reflejados con los tiempos y territorios internos del protagonista.
Con una escritura austera como la rocosa isla solitaria que describe, Mankell nos muestra con precisión entomológica los mecanismos mentales de su personaje, consiguiendo con maestría un retrato de la transformación mental de un hombre que, asediado por los signos de la vejez y la muerte, alcanza, no sin contradicciones y zonas oscuras, una conciencia más lúcida que le permitirá liberarse de límites androcéntricos y comenzar una existencia apasionante cuando todo parecía helado para siempre.
1 comentario:
Transformación tardia, el mal está hecho.
Publicar un comentario