La lucha de las sufragistas para obtener el voto y otros
derechos civiles y políticos transformó las democracias modernas. Sin embargo, su
inclusión en los libros de Historia sigue siendo, en gran medida, una
asignatura pendiente. Más grande aún, si cabe, es su invisibilización en las
narrativas cinematográficas.
Fui a ver Sufragistas (Suffragettes, Gran Bretaña, 2015) con
el temor de encontrar un producto comercial estereotipado y salí, obviando
algún pequeño detalle, con la convicción de haber disfrutado de una película de
calidad, bien documentada, una obra con esa factura británica que tanto se agradece en unas
pantallas invadidas por un cine de masas destinado a acabar con cualquier
pensamiento crítico. ¡No dejéis de ir a verla!
La directora, Sarah
Gavron, y la guionista, Abi Morgan, han elegido narrar un fragmento crucial de
la gesta del movimiento sufragista desde la vivencia de una joven trabajadora
de una lavandería.
Tal elección supone una apuesta por mostrar a este movimiento desde una clase social que era minoritaria entre sus miembros. Este ángulo de visión original tiene dos virtudes. Por un lado, ofrece una vivencia íntima de las duras condiciones de vida de las trabajadoras en su doble experiencia de explotación laboral capitalista y dominación patriarcal que incluía la total indefensión frente al acoso sexual en el trabajo. Por otro, constituye una respuesta a cierta devaluada imagen del sufragismo forjada por el socialismo marxista que aconsejó a las obreras no participar en la lucha sufragista, calificada de “burguesa”, asegurándoles que ellas no tenían ningún interés en común con las mujeres de clase media, que los problemas de “la condición femenina” se solucionarían por sí solos tras la revolución proletaria y que debían postergar la reivindicación de sus derechos porque había otra lucha más importante. Un momento particularmente interesante del film recoge algo de estas objeciones en el diálogo entre la protagonista y el inspector de policía, personaje con matices al estilo del mejor cine europeo. Aunque cree en la justicia de los objetivos de las sufragistas, cumpliendo su labor de representante de la ley vigente, el inspector trata de que la joven abandone la causa, presentándose él también como proveniente de la clase trabajadora y afirmando, que para las dirigentes, ella no es más que un peón del tablero. Os dejo descubrir por vosotrxas mismxs, en el cine, el final de esta sugerente escena.
Tal elección supone una apuesta por mostrar a este movimiento desde una clase social que era minoritaria entre sus miembros. Este ángulo de visión original tiene dos virtudes. Por un lado, ofrece una vivencia íntima de las duras condiciones de vida de las trabajadoras en su doble experiencia de explotación laboral capitalista y dominación patriarcal que incluía la total indefensión frente al acoso sexual en el trabajo. Por otro, constituye una respuesta a cierta devaluada imagen del sufragismo forjada por el socialismo marxista que aconsejó a las obreras no participar en la lucha sufragista, calificada de “burguesa”, asegurándoles que ellas no tenían ningún interés en común con las mujeres de clase media, que los problemas de “la condición femenina” se solucionarían por sí solos tras la revolución proletaria y que debían postergar la reivindicación de sus derechos porque había otra lucha más importante. Un momento particularmente interesante del film recoge algo de estas objeciones en el diálogo entre la protagonista y el inspector de policía, personaje con matices al estilo del mejor cine europeo. Aunque cree en la justicia de los objetivos de las sufragistas, cumpliendo su labor de representante de la ley vigente, el inspector trata de que la joven abandone la causa, presentándose él también como proveniente de la clase trabajadora y afirmando, que para las dirigentes, ella no es más que un peón del tablero. Os dejo descubrir por vosotrxas mismxs, en el cine, el final de esta sugerente escena.
La película evoca la sororidad entre las mujeres pero
también la incomprensión y el rechazo que sufren, por parte de familiares,
compañeras y compañeros de trabajo, vecinos y medios de comunicación, por haber accedido a un nuevo nivel de
conciencia, una experiencia que conocen bien quienes abrazan las buenas causas
que aún no son reconocidas como tales.
El estreno de Sufragistas es algo que debemos celebrar. Como señalaba la
crítica de cine Pilar Aguilar en las redes sociales,
incluso en el caso de que le encontremos algún aspecto mejorable, es necesario
ir a verla y llevar a mucha gente para que la industria cinematográfica tome
nota de que estos relatos nos interesan, que ya es hora de dejar atrás una
ficción que sólo muestra historias protagonizadas por varones.
3 comentarios:
Lástima que no haya más recreación en personajes históricos. La protagonista es un personaje inventado. Sí que es histórico el personaje que representa a Emily Davison, la maestra que se arroja a los caballos por la "causa".
Y la señora Pankurst de Meryl Streep...
a mi en general me parecio una buena pelicula pero en particular... me incomoda la vision siempre de la mujer condicionada por la maternidad.
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